Silla y Antena
(Homenaje a una escena cotidiana) Vivir en el tercer piso de un conjunto de departamentos, al norte de la ciudad en San Luis Potosí, permitió observar todos los días desde la ventana de la cocina una imagen muy peculiar. En la azotea del edificio de enfrente aparecían como en guardia permanente una silla de madera y una antena, inmóviles, inertes, presentes pero a la vez ausentes, como si hubiesen recibido la inflexible orden de permanecer en sus puestos, pasara lo que pasara. Con el paso del tiempo se formó un lazo visual familiar, la silla y la antena estaban en su lugar exacto a cada momento, listas para que se les pudiera observar a cualquier hora. Se generó una curiosidad afectiva a no perder en algún momento la oportunidad de seguir observando la escena, pues expuestos a la intemperie, con condiciones climatológicas cambiantes, en cualquier momento podrían transformar la escena, cambiar de posición o lugar. Se decidió fotografiarlas en su lugar asignado, pero no resignado, apropiado para ellas, lugar que celosamente custodiaban, ocasionalmente visitadas por algún ave que se posaba, reposaba y se alejaba. Un día la antena se cansó y buscó acomodo sobre la silla, la cual le ofreció reposo. Se descubrió entonces que su paciencia y resistencia no era obligada ni mucho menos impuesta, pues conforme transcurría el día y la noche, la luz diurna y nocturna, las transformaba y servía como fondo para enmarcarlas visualmente de una manera singular, innegablemente fotografiables a cada instante. Realizar esta secuencia fotográfica representó técnicamente el reto de mantener la cámara montada sobre tripié en el mismo sitio durante un mes para mantener el mismo encuadre y distancia focal en todas las fotografías que se realizarón. El objetivo era fotografíar estos objetos en diferente momento del día y con las condiciones de luz que el ambiente ofreciera durante 28 días.